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         117 CUARTO ANIVERSARIO DEL 11-S


11-S: preguntas sin respuesta

MANUEL CASTELLS - 10-09-2005 - LA VANGUARDIA

¿Por qué EE. UU. dejó escapar a Bin Laden cuando lo tenía cercado en Tora Bora en noviembre y parte de diciembre del año 2001?

El 11-S del 2001 cambió nuestro mundo. Si eso quería Bin Laden, lo consiguió. Si eso es lo que quería alguien más, también lo consiguió. Y aunque se han vertido ríos de tinta, talado bosques de papel y proyectado infinidad de píxeles que describen y explican el atentado desde todos los ángulos, siguen surgiendo preguntas en torno a éste y a lo que siguió. Preguntas aún sin respuesta.

Así, el 22 de agosto, una comisión investigadora sobre la CIA en Estados Unidos entregó un informe secreto en el que se detallan múltiples fallos de inteligencia que precedieron al atentado. Pese a la petición de las familias de las víctimas, la CIA se niega a publicarlo, pero se sabe que recomienda expedientes disciplinarios contra dirigentes de la CIA, incluyendo el ex director George Tenet, el director de operaciones clandestinas y el jefe de contraterrorismo.

También en agosto dos oficiales de la inteligencia militar, el teniente coronel Shaffer y el capitán de navío Phillpot, miembros de una unidad secreta, Able Danger, creada en 1999 para controlar Al Qaeda, revelaron que en el 2000 habían identificado a Mohamed Atta y a otros tres suicidas del 11-S como terroristas que ya se encontraban en Estados Unidos y lo consignaron en un documento. Trataron de avisar al FBI, pero los abogados del Pentágono lo impidieron. El Pentágono niega todo y dice que el documento al que se refieren estos dos oficiales no existe en sus archivos. Otros miembros de la unidad de inteligencia confirman la identificacion de Atta. El diputado ultraconservador Curt Weldon, del comité de las Fuerzas Armadas del Congreso, dice que él mismo entregó una copia de ese documento justo después del 11-S a Stephen Hadley, actual asesor de seguridad nacional de Bush. Para aclarar el tema, el senador republicano Arlen Specter, presidente de la comisión Judicial del Senado, ha convocado una sesión de investigación para el 14 de septiembre.

Estas nuevas alegaciones se unen a los múltiples fallos de seguridad encontrados por la comisión presidencial sobre el 11-S, así como a los libros, artículos y reportajes que han aparecido desde entonces. Por ejemplo, Michael Scheuer, encargado del seguimiento de Al Qaeda desde 1996, dimitió de la CIA y, además de publicar un jugoso libro, insiste en que la Administración Bush no dio importancia a Al Qaeda hasta el 11-S. El que fue director de contraterrorismo en la Casa Blanca con las dos administraciones, Richard Clarke, va más allá. En su famoso libro Contra todos los enemigos,no sólo cuenta cómo el día después del 11-S Condoleezza Rice (entonces asesora de Seguridad Nacional) y otros altos cargos ni siquiera sabían qué era Al Qaeda, sino que, desde el mismo momento, Bush dio instrucciones de centrarse en Iraq, cuando eran conscientes de que no tenía que ver con el atentado. Clarke revela que el asesor presidencial de con-traterrorismo que lo sustituyó a él, Randy Beers, presentó su dimisión a Bush poco después porque la Administración quería convencer a los ciudadanos de que Iraq era el culpable sabiendo que no era cierto. Y que esa decisión estaba ligada a la estrategia diseñada por los republicanos para ganar las elecciones del 2002, 2004 y más allá mediante una situación de guerra al terrorismo, que incluiría Iraq y cualquier otra posibilidad. Clarke concuerda con este análisis.

Tal vez así se entienda mejor lo más incomprensible: por qué Estados Unidos dejó escapar a Bin Laden cuando lo tenían cercado en Tora Bora en Afganistán en noviembre y principios de diciembre del 2001. Uno de los más intrépidos y lúcidos corresponsales de guerra estadounidenses, Philip Smucker, y su colega afgano Lutfullah Mashall cubrieron durante un año la guerra de Afganistán y en marzo del 2002 publicaron un reportaje devastador en el prestigioso Christian Science Monitor,anticipándose a varios reportajes similares en The Washington Post y The New York Times.Ahí se documenta cómo los norteamericanos dejaron la tarea de encontrar a Bin Laden a tres señores de la guerra afganos, en conflicto entre ellos, y nunca pensaron en sellar la vía de escape a Pakistán, a pesar de haber identificado en transmisiones de radio la voz de Bin Laden en esa zona. Smucker y Mashall recorrieron esa ruta y entrevistaron a aldeanos, recientemente enriquecidos, que les contaron cómo ayudaron a escapar a Al Qaeda entre el 28 de noviembre y el 12 de diciembre sin que nadie los molestara, mientras los aviones bombardeaban las cuevas en donde buscaban el martirio unas docenas de chechenos. Finalmente, algunos comandos norteamericanos participaron con los afganos en una estéril búsqueda a partir del 13 de diciembre. Claramente: no era una prioridad capturar a Bin Laden. ¿Por qué? Porque la prioridad era mantener el miedo para poder invadir Iraq. Lo que a su vez radicalizaría la militancia islámica y mantendría la tensión. Como escribe Clarke (recuerden, el ex jefe de contraterrorismo de Bush): "Si Osama Bin Laden, escondido en su reducto de las montañas, pudiera controlar la mente de George Bush, le repetiría: ´Invade Iraq, tienes que invadir Iraq´".

En los últimos cuatro años no ha habido un nuevo atentado en EE. UU. aunque sí varias detenciones relacionadas. Pero son todas como la que se ha hecho estos días en Los Ángeles: un grupo de musulmanes estadounidenses que durante su tiempo en la cárcel supuestamente planearon algo. Sin llegar a hacer nada. O sea, grupos locales, como los de Madrid o Londres o los de Marruecos o Egipto. Grupos que en algún momento pueden recibir enlaces de alguien que dice que es Al Qaeda. Mientras que Bin Laden, Al Zauahiri y otros funcionan como referencia y propaganda de los que actúan por su cuenta. Por eso no es fácil desmantelar Al Qaeda. Porque no existe como organización en estos momentos. Es un estado mental, imágenes mediáticas y esporádicas conexiones con la rabia que hierve en muchos lugares. Mediante esta serie de acciones y reacciones, lo que ha cambiado es Estados Unidos. Y con él, el mundo. Las circunstancias que indujeron este cambio no están aclaradas. Es posible que haya una increíble incompetencia en los servicios de inteligencia y seguridad. ¿Pero por qué? No son más tontos que los demás. Un elemento de respuesta puede estar en el recientísimo libro del periodista Joseph Trento, especializado en la CIA, Prelude to terror.En él se detallan, por un lado, diversas operaciones de gran calado político que ha lanzado la CIA por su cuenta en las últimas décadas. Y, añadiría yo, la CIA es sólo un elemento de un sistema más amplio, en el que también están la National Security Agency, la inteligencia militar, el FBI y otros.

Por otro lado, Trento documenta la estrecha relación, ahora en las pantallas de cine, entre la elite saudí (incluida la familia Bin Laden) y la familia Bush. Relación que incluye desde hace tiempo los servicios de inteligencia (Bush padre fue director de la CIA, Bin Laden era agente de la inteligencia saudí). De ahí la dificultad para desentrañar la madeja hasta que el peligro se hizo evidente. De ahí la famosa evacuación en masa de miembros de la oligarquía saudí en EE. UU. cortesía del Gobierno estadounidense, en las horas que siguieron el 11-S. Alguien temió comprometerlos excesivamente, como ocurrió después al descubrirse que la princesa esposa del embajador saudí había ayudado económicamente a miembros de la red del 11-S. ¿Por qué nunca se han investigado las redes financieras saudíes-estadounidenses a pesar de la petición de las familias de las víctimas, dejando a los saudíes que hicieran su propia auditoría? Demasiadas preguntas sin respuesta. Ahora bien, lo más dañino para la verdad, una verdad de consecuencias incalculables, sería reducirlas a una conspiración burda de los servicios de inteligencia provocando el 11-S. Esa y otras teorías conspirativas son un dislate. Pero ¿y si se tomó un riesgo calculado de dejar operar a terroristas para descubrirlos en el último momento y se erró en el cálculo? ¿Y si alguien vio la conveniencia de mantener el peligro de Bin Laden mientras se reorganizaba el mundo, pensando que siempre habrá tiempo para liquidarlo? ¿Y si alguien está ahora pensando que si Iraq no se controla habría que explorar la opción de extender la crisis a Irán en lugar de reproducir la retirada de Vietnam bajo la presión ciudadana?

Es un hecho que la Administración Bush ha mentido deliberadamente en varias ocasiones graves. Y ha llevado a su país, y a otros, a la guerra a partir de esas mentiras, en función de una estrategia que no es nacional sino neoconservadora. Entonces, ¿por qué no preguntarse por las mentiras por conocer, tal vez enterradas en las preguntas sin respuesta?





 








El vicepresidente Cheney fue abucheado a su llegada a la zona desvastada.
(AP Photo/Haraz N. Ghanbari, Pool)