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Publicado el 03/02/2005
SE ALARGA LA SOMBRA DEL 11-S (2)
JOSÉ
VIDAL-BENEYTO
EL PAÍS - Internacional
- 01-05-2004
El jueves 29, Bush
y Cheney respondieron en el despacho oval a las preguntas que
les formuló la Comisión Nacional sobre los ataques
terroristas a EE UU y con ello cerraron los principales interrogatorios
sobre este tema. El presidente, que exigió estar acompañado
por su vicepresidente, que se renunciase a prestar juramento sobre
la veracidad de las respuestas, que no se grabase la audiencia
y que no se informase a la prensa sobre su contenido, aceptó
la comparecencia, empujado por sus consejeros, como un componente
importante de su campaña electoral. Las conclusiones de
los 19 meses de trabajo de la Comisión, que recogerá
el informe final del próximo mes de julio, confirmarán,
previsiblemente, las razones que motivaron su creación:
que las más altas instancias del poder político
norteamericano fueron informadas de que los islamistas estaban
preparando acciones terroristas en el interior de EE UU sin que
se hiciera nada para impedirlas. Sobre las causas de esta falta
de reacción -incompetencia, desidia, connivencia implícita
o explicita- seguimos en la ignorancia total. Ignorancia que la
creación y actividades de la Comisión habrá
servido para legitimar, pues si sus 10 miembros, tan íntegros
y prestigiosos, nada sustancial han descubierto es que nada había
que descubrir.
Y sin embargo, los
grandes interrogantes de ese atentado fundacional, al que me refería
en mi columna de hace algo más de dos años, Incognitas
del 11 de septiembre, siguen en pie. A la literatura sobre este
tema que entonces se limitaba al provocativo y denostado libro
de Thierry Meyssan, L'effroyable imposture, y al
silenciado de Noam Chomsky, 9-11, ha venido a agregarse
una bibliografía inquisitiva de la que deben destacarse
Gore Vidal, Dreaming War: Blood for oil and the Cheney-Bush
Junta, Group West 2003; Bruno Cardeñosa, 11-S
: Historia de una infamia, Corona Borealis 2003; Andreas
von Bülow, Die CIA und der 11 September, Piper
Verlag 2003; Nafeez Mosaddeq Ahmed, The War on Freedom:
How and Why America Was Attacked, Tree of Life Publications
2002; Isabel Pisano, La Sospecha, Ed. Belacqua 2003;
David Ray Griffin, The New Pearl Harbour, Interlink
2004; Gerhard Wisnewski, Operation 9-11, Droemer/Knaur
2003; David Icke, Alice in Wonderland and The World
Trade Center Disaster, Bridge of Love, 2002.
De todas las interrogaciones
incontestadas, que la Comisión ha renunciado a plantear,
algunas parecen particularmente significativas, tanto por su importancia
como por la concreción de su origen y formulación.
Treinta horas después del atentado el FBI facilitó
una lista de 19 kamikazes localizados por la compra de los billetes
y por el control en el embarque. Esta lista ha sido impugnada
por diversas instancias, en particular de Arabia Saudí
-véase la información de The Washington Post
del 10 de diciembre del 2001-, cuyo consejero jurídico
en la delegación de Naciones Unidas solicitó los
certificados de defunción de cada uno de ellos, con sus
respectivas trazas genéticas, a fin de determinar quiénes
eran saudíes y quiénes no lo eran. Sin haber obtenido
respuesta alguna hasta hoy. Tal vez el tema en el que el silencio
es más inaceptable es el delito de iniciados relacionado
con el 11-S por varios centenares de millones de dólares
en la Bolsa de Nueva York, del que informó el San Franciso
Chronicle del 29 de septiembre de 2001. La organización
internacional de las comisiones de valores comenzó a investigar
el asunto, abandonándolo después cuando se vio que
todo apuntaba a la sociedad Alex Brown, inspirada por el banquero
Krongard, luego número tres de la CIA, que además
estaba muy próxima al grupo Carlyle, vinculado al clan
Bush. ¿Qué decir de la nunca desmentida información
del Times of India del 9 de octubre de 2001 sobre la pretendida
pertenencia de Mohamed Atta al ISI, servicio de inteligencia
paquistaní, o sobre la noticia del diario israelí
Haaretz relativa a las llamadas a la firma ODIGO, avisándoles
de los ataques que iban a tener lugar?
Mientras sigamos sin una versión oficial del 11-S y tengamos
que limitarnos a las del FBI o la CIA, cuya opacidad y contradicciones
ha reconocido el propio Gobierno norteamericano, continuaremos
añadiendo sombras a las sombras.
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Richard Clarke. |
Ver también
'Se alarga la sombra del 11-S' |
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