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         72 GUERRA CONTRA EL TERRORISMO


Blair: "El ataque era inevitable"

El primer ministro británico defiende una "guerra de ideas" para extirpar el terror global

El premier británico se preguntó por las causas del terrorismo y dijo que "deben ser extirpadas de raíz"

RAFAEL RAMOS - 10/07/2005
Londres. Corresponsal LA VANGUARDIA

La policía busca a los culpables, los vivos lloran a sus muertos, los transeúntes depositan ramos de flores en la estación de King´s Cross y Tony Blair ha admitido que el espionaje y la seguridad no bastarán nunca para impedir nuevos atentados. El primer ministro británico, en su discurso más político desde el 7-J, ha expresado la necesidad de una "guerra de ideas" que exporte los valores occidentales y extirpe de raíz las causas del terror. "Toda la vigilancia del mundo no puede impedir que alguien se suba a un autobús con la intención de hacer volar por los aires a gente inocente", dijo el primer ministro en una entrevista radiofónica en la BBC. La cercanía de la muerte lo cambia todo, y cada uno de los ocho millones de londinenses ha hecho su pacto con el miedo y con el amor.

La virtual certeza de que la mayoría de los terroristas huyeron tras colocar las bombas -la única duda versa sobre el autor de la matanza del autobús- no hace más que aumentar la angustia colectiva y el temor de que estén preparando nuevas acciones. Scotland Yard admite que carece de pistas sobre la naturaleza de la célula (al parecer vinculada a Al Qaeda) que organizó el ataque, las armas de que aún dispone y sus intenciones. Fuentes policiales han procurado distraer la atención de la búsqueda de un ciudadano marroquí,Mohamed Al Guerbuzi, supuestamente conectado con los atentados de Casablanca y Madrid.

Las tres bombas del metro hicieron explosión casi simultáneamente, a las 8.50 de la mañana con una diferencia de segundos, lo cual confirma las sospechas de una acción coreografiada al milímetro y sugiere una considerable experiencia. Los artefactos fueron dejados junto a las puertas dobles de los vagones que se abren y cierran automáticamente en las estaciones, y parece probable que los terroristas abandonasen el tren poco antes de hacerlos estallar con temporizadores.

El número oficial de muertos permanece en cuarenta y nueve, pero se teme por las vidas de veintinco personas denunciadas como desaparecidas y que podrían haber perecido en la explosión de la línea Piccadilly del metro, entre las estaciones de King´s Cross y Russell Square. La profundidad de la vía, el enorme calor reinante en el escenario del suceso y la inestabilidad del túnel están dificultando enormemente las tareas forenses y de rescate de cadáveres ante la comprensible angustia (e incluso enfado) de los familiares. La parte superior del autobús de la línea 30 destrozado en Tavistock Square fue trasladada ayer al laboratorio policial de Sevenoaks (Kent) para un estudio minucioso.

Por el momento ninguna víctima ha sido oficialmente identificada ni ningún cuerpo ha sido puesto a disposición de sus seres queridos, mientras los agentes de la unidad especial antiterrorista revisan centenares de horas de película tomadas por cámaras en circuito cerrado del metro y examinan hasta el último fragmento de piel en busca de restos de explosivos o cualquier indicio que sirva para acercarse a los culpables. Las esperanzas de Scotland Yard se centran en la posibilidad de que el terrorista del autobús se suicidase o que el artefacto le hiciera explosión por accidente, ya que su identificación podría permitir localizar a toda la célula.

Un interrogante crucial es aún si los autores son extranjeros o jóvenes musulmanes británicos radicalizados por las guerras de Iraq y Afganistán. Una línea de investigación sugiere que el fabricante de las bombas viajó expresamente a Londres a preparar el golpe, mientras que agentes locales se encargaron de colocar los artefactos.

El propio Tony Blair llevó ayer el debate al terreno crucial de las causas del terrorismo y afirmó que "deben ser extirpadas de raíz" en una gran batalla ideológica entre los valores democráticos occidentales y la cultura de la violencia fomentada por los imanes más radicales. "Se trata de una perversión de la auténtica fe del islam, y es necesario que los elementos moderados de la comunidad islámica se alcen para denunciarla", dijo el primer ministro.

Sus palabras van al fondo del gran debate que se ha abierto en el Reino Unido sobre la actitud de la inmensa mayoría de los musulmanes (hay 1,6 millones en el país), que rechazan la violencia y son víctimas del racismo abierto o solapado, de cacheos y detenciones por parte de la policía, de miradas sospechosas en el metro... Comentaristas de la prensa conservadora como Charles Moore, del Telegraph,consideran que no es suficiente con una condena genérica de los atentados -mientras parte de la comunidad musulmana califica a Blair y Bush de asesinos por la guerra de Iraq-, sino que deberían purgar sus mezquitas de fanáticos y alinearse de una manera nítida con los valores de la sociedad en la que viven.

Por el momento, no han surgido en el Reino Unido los brotes de islamofobia que se produjeron en Estados Unidos tras el 11-S, aunque la policía investiga un incendio provocado en un templo sij de Leeds y dos asaltos a tenderos musulmanes en Kent. La comunidad islámica se halla replegada y temerosa de represalias, en vista de los miles de emails amenazantes que fanáticos de ultraderecha envían por internet.

El auténtico drama humano, mientras tanto, se desarrolla en la estación de King´s Cross, donde los familiares de los desaparecidos muestran al mundo las fotos de aquellos a quienes han perdido y cada ramo de flores es una ofrenda para un muerto distinto. Junto a un puñado de rosas mustias aparece escrito un poema de Elisabeth Barrett Browning: "Y al llorar, mientras me debatía, una voz dijo autoritaria: ´Adivina quién te sostiene´. ´La muerte´, dije. Pero entonces sonó la respuesta deslumbrante: ´La muerte no, el amor´". Es el espíritu de Londres tras el 7-J



 

 
 

 

Toni Blair.
(Foto: ABC)