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10/09/2004
PREGUNTAS (Y ALGUNAS RESPUESTAS)
DEL 11-S
El informe de la Comisión que investigó
los atentados ha vendido más de un millón de ejemplares.
JOSÉ MANUEL CALVO - Washington
EL PAÍS - Internacional - 10-09-2004
El informe subraya la falta de atención de la Casa Blanca pese
a las señales de peligro "Estamos volando bajo. Estamos volando
muy, muy bajo. Volamos demasiado bajo. Dios mío, estamos volando
demasiado bajo". Amy Sweeney era azafata en el vuelo 11
de American Airlines que tenía previsto ir de Boston a Los Angeles
el 11 de septiembre de 2001. El Boeing 767 despegó a las 7.59
de la mañana. Dentro iban 81 pasajeros, pero cinco eran terroristas
suicidas, entre ellos el responsable de la operación, Mohamed
Atta. A las 8.46, cuando Amy Sweeney hablaba por teléfono
con Michael Woodward, un responsable de la línea aérea,
el avión se estrelló contra una de las Torres Gemelas.
La reconstrucción de los últimos minutos del vuelo 11 y de los
otros tres aviones secuestrados abre el informe de la comisión
que investigó los atentados del 11-S. Las 567 páginas del libro
-que ya ha vendido más de un millón de ejemplares y que se mantiene
a la cabeza de las listas desde que se publicó, hace siete semanas-
cuentan lo averiguado después de revisar más de 2,5 millones de
páginas de documentos y de entrevistar a 1.200 personas en 10
países sobre el 11 de septiembre, "un día de sufrimiento y conmoción
sin precedentes en la historia de EE UU". "¿Cómo ocurrió todo,
y qué se puede hacer para evitar que se repita una tragedia así?"
La comisión, creada por el Congreso y la Casa Blanca, quiso responder
a estas preguntas.
El informe determina más bien lo obvio -que el sistema falló-,
deja muchas preguntas sin contestar y disuelve las responsabilidades
políticas, seguramente en aras de la unimidad alcanzada por los
republicanos y demócratas de la comisión. El relato arranca contando
que Mohamed Atta fue seleccionado por un sistema de seguridad
informático al abordar el vuelo que le llevaba a Boston desde
Portland (Maine), a las 6 de la mañana. Las medidas especiales
de seguridad requeridas por aquel sistema -el del mundo anterior
al 11-S- exigieron simplemente que el equipaje de Atta no fuera
introducido en el avión hasta no comprobar que él estaba dentro.
Diez de los 19 secuestradores fueron seleccionados por el mismo
sistema, por razones diferentes -desde la selección al azar hasta
la ausencia de identificación con foto adecuada-, pero ninguno
dejó de embarcar. Más guión de película que otra cosa, ahí está
lo que se sabe de lo que pasó a bordo: los despegues, los acuchillamientos
de pilotos, azafatas y pasajeros que se resistieron, los cambios
de rumbo, la información de las conversaciones telefónicas de
tripulación y pasajeros...
En La batalla del vuelo 93 de United el drama es intenso.
Gracias a un retraso en el despegue de más de 25 minutos, "al
menos diez de los pasajeros y dos tripulantes" sabían lo que ya
había ocurrido en las Torres Gemelas y en el Pentágono y entendieron
que su vuelo estaba destinado a ser otro proyectil dirigido contra
la Casa Blanca o el Capitolio. Los pasajeros votaron y decidieron
luchar contra los terroristas. "Todo el mundo está corriendo hacia
primera, me tengo que ir. Adiós", dijo la azafata Sandy Bradshaw
a su marido por teléfono. Cuando estaban a punto de entrar en
la cabina, el hombre que estaba a los mandos del avión decidió
estrellarlo contra el suelo en Shanksville, Pennsilvania, al grito
de "!Alá es el más grande, Alá es el más grande!"
A partir de este principio, la comisión -10 miembros al frente
de un equipo de 80 personas- desgrana un relato minucioso del
que se desprende rápidamente que "la nación no estaba preparada".
Es evidente el desconcierto de los responsables de la aviación
civil -que se enteran tarde y mal de los secuestros-, del mando
de la defensa aérea -que duda de si se trata de algo real o ficticio,
porque para ese día estaba previsto un ejercicio sobre un hipotético
ataque de la antigua URSS- y de la Casa Blanca -con Bush en el
Air Force One y el vicepresidente Cheney en el búnker-.
A partir de ahí se pasa a la historia del terrorismo y el contraterrorismo,
los avisos de Al Qaeda, la construcción de la red y el planeamiento
-incluida la información del FBI sobre la reunión en España entre
Atta y Ramzi Binalshibh, otro miembro de la célula de Hamburgo-.
El informe subraya lo que ya se sabe de la falta de atención de
la Casa Blanca de Bush ante la amenaza de Al Qaeda, a pesar de
las señales de peligro que abundaban en los meses anteriores a
los atentados. Por mencionar sólo dos ejemplos, está el informe
del agente del FBI en Arizona que, en 2001, advierte de "la posibilidad
de un esfuerzo coordinado por Osama Bin Laden" de enviar
a EE UU gente que aprendiera a pilotar aviones. El agente basaba
su hipótesis en la cantidad de "individuos de interés investigativo"
que iban a escuelas de vuelo en Arizona. Su informe con cuatro
recomendaciones para recabar información de los individuos y las
escuelas no llegó a ninguna parte.
También figura el caso de Zacarías Moussaoui, investigado
por el FBI en Minneapolis desde el 15 de agosto de 2001 y sospechoso,
para el agente que dirigía la investigación y que le había interrogado,
de querer secuestrar un avión. Aunque estaba detenido, la burocracia
y el temor a la insuficiencia de pruebas retrasaron la investigación
y nadie conectó los puntos de la trama de lo que se sabía y sospechaba
de él hasta que fue demasiado tarde. Los relatos de "horror y
heroísmo" del 11-S, con increíble lujo de detalles, las guerras
de Afganistán e Irak, las reflexiones sobre la estrategia global
antiterrorista y las 41 recomendaciones ponen punto final al informe,
obra de mérito con muchas preguntas aún sin despejar. Y con
una contradicción básica: la unanimidad con la que la Comisión
coincidió en que la tragedia fue inevitable choca de frente con
la propia investigación de todas las cosas que se podrían haber
hecho, y no se hicieron, para haberla evitado.
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Los bomberos de Nueva York izando la bandera
sobre las ruinas de las torres gemelas.
Foto: AP |
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