CARLOS FRESNEDA - 31-12-2005 - EL MUNDO
NUEVA YORK.- Las prisiones secretas en Europa del Este, las «técnicas extremas» usadas en los interrogatorios, las «fortalezas volantes» para trasladar a sospechosos de terrorismo, los asesinatos de supuestos miembros de Al Qaeda con misiles lanzados desde los aviones Predator... Todas las acciones que han puesto en el objetivo a la CIA en los últimos años forman parte de un programa, conocido en clave con las siglas GST, que está considerado como el mayor despliegue de operaciones clandestinas desde la Guerra Fría.
Según revelaba ayer The Washington Post, Bush impulsó personalmente el programa GST seis días después de los atentados del 11-S. Su firma, estampada en un informe presidencial ultrasecreto, confirió a las agencias de Inteligencia unos poderes y una capacidad de acción similares a las que tuvieron durante la II Guerra Mundial.
Por obra y gracia del programa GST, la CIA ha tenido en los últimos cuatro años carta blanca para declarar la guerra sucia al terrorismo en todo el mundo y escapar por completo al control del Congreso, que ha ido conociendo detalles gracias a las filtraciones a la prensa.
De acuerdo con el Washington Post, la CIA ha llegado a crear centros de Inteligencia contraterrorista en más de una veintena de países y a abrir prisiones clandestinas -conocidas en clave como «puntos negros»- en al menos ocho países, entre ellos varios en Europa del Este. Bajo el mismo paraguas, la CIA usó técnicas de interrogatorio que incluyen la inmersión en agua, los golpes en el cuerpo, la privación del sueño, el aislamiento, las dietas líquidas, las posiciones estresantes y otros métodos que podrían violar las leyes internacionales sobre el trato a los prisioneros.
Aviones 'Predator'
De acuerdo con el Washington Post, la Agencia Central de Inteligencia ha tenido también carta blanca para crear grupos paramilitares con el objetivo de cazar y asesinar a sospechosos de terrorismo en cualquier parte del mundo, aun violando las leyes de los países extranjeros donde actúan.
Una de las novedades más destacables del programa GST es precisamente el uso de los aviones no tripulados Predator, equipados con misiles Hellfire, como los usados este año en Pakistán para matar a dos destacados miembros de Al Qaeda, Hamza Rabia y Haitham Yemeni. Lo que hasta ahora no parecían más que esfuerzos aislados de la CIA para combatir el terrorismo forman en realidad parte de un plan de largo alcance, diseñado por vía de urgencia tras el 11-S y destinado a crear un nuevo hito histórico en la guerra sucia.
De acuerdo con los expertos consultados por el Post, el programa GST va mucho más allá de las operaciones clandestinas de la CIA en los años 80 en Afganistán y en Centroamérica. «Tenemos una agencia de espionaje porque una agencia de espionaje va a tener que violar las leyes fuera de nuestras fronteras», se justifica Duane R. Dewey Clarridge, que dirigió los contactos de la CIA con la contra nicaragüense. «Si no queremos hacer esas cosas miserables, entonces no tendríamos una agencia de espionaje. Nos bastaría con el Departamento de Estado».
Otros ex agentes de la CIA discrepan y opinan que la agencia ha perdido el rumbo y ha regresado a la parte más siniestra de su pasado tras el 11-S. La vuelta a la guerra sucia ha restado también credibilidad a la Administración Bush y ha alimentado el antiamericanismo en el mundo, según las mismas fuentes. En contraste con la distancia que en su día exhibieron Reagan o Bush, padre, a la hora de abordar la cuestión de la guerra sucia de la CIA, George Bush, hijo, ha puesto la mano en el fuego y ha defendido públicamente el derecho de su país a defenderse por todos los medios posibles «contra un enemigo que acecha, planea y quiere herir a América otra vez».
Bush ha estado al tanto durante todo este tiempo de las acciones de la CIA, pero delegó desde el principio casi todas las decisiones en el entonces director, George Tenet. Su sucesor, Porter Goss, se comprometió a no bajar la guardia y a defender con uñas y dientes el programa GST. Los asesores legales de la Casa Blanca -con el fiscal general Alberto Gonzales a la cabeza- han respaldado en estos últimos cuatro años todos los pormenores del programa, alegando que forman parte del derecho a la «autodefensa» y que en ningún caso violan las leyes y la Constitución norteamericanas.
A puerta cerrada, los asesores de Bush aseguran que el secretismo del programa es una de las claves de su éxito, como lo demuestra el hecho de que EEUU no haya vuelto a ser golpeada por el terrorismo islámico desde el 11-S.
|